sábado, 31 de enero de 2015

Muerte y vida

Para entender la muerte deberemos antes, conocer la vida. ¿Qué es la vida? ¿Qué importancia tiene? ¿Toda vida es igual y necesaria? La vida solo tiene sentido porqué algún día esta se acaba. En cierto modo es el final, la muerte, lo que le da significado.

Empezamos comparando los distintos tipos de vida, catalogándola y dandole un valor de manera propia que no será igual al valor ofrecido por cualquier otro, lo que hace que su significado, a nivel ético, sea difícil de entender. No somos objetos, somos sujetos y nuestra otorgación del valor así lo demuestra.

Calamos nuestras redes y encontramos las bacterias, los parásitos, los virus, las pequeñas células procariotas y eucariotas... ínfimas formas de vida inconsciente, de las cuales provenimos pero que no catalogamos como vida meramente dicha, aunque sean ellas las causantes de toda la existencia que nos rodea. Sabemos que el descubrimiento de una bacteria en Marte, sería un hallazgo muy importante; los titulares alardearían del descubrimiento de vida en mayúsculas, pero aquí, en lo cotidiano y terrenal, las bacterias no están con nosotros al mismo lado de la trinchera.

Estrechando más la red de cerco, la primera comparación que se nos ofrece es en el colegio, de muy pequeños, cuando nos enseñan que hay dos tipos de vida bien diferenciada, la animada e inanimada, la flora y la fauna. ¿Como vamos a valorar de igual forma los dos tipos, si pertenecemos a uno de ellos? Cuando a alguien, por cualquier razón, se le compara dos cosas distintas y en una de estás se ve involucrado, la comparativa pasa a un segundo plano y se transforma en un intento de defender el grupo al cual perteneces con cualquier excusa posible. Esto no es más que el reflejo de la defensa de tu propio ego, de tu propio egoísmo. Por ejemplo, las plantas, son seres vivos igual que nosotros o quizás más importantes. La importancia de estos recae en el simple hecho de que si no existieran, nosotros los animados, dejaríamos de existir dejando terreno a ocupar por cualquier otro ser. Sin embargo, si los seres animados dejáramos de vivir, la vegetación, la vegetación exenta de "alma", florecería tan exponencialmente que en pocos años convertiría el "planeta azul", en el "planeta verde" y este dispondría de más vida que nunca. Este razonamiento, te revela quién tiene la sartén por el mango y aún así despreciamos a todo aquel que no pertenezca a nuestro grupo. ¿Será esto a lo que se refieren que para tener una vida plena, entre otras cosas, debes plantar un árbol? Como para dar gracias, como para devolver, en cierto modo y de forma vaga, el favor. Ya sé que ahora los más puristas diréis que sin la vida animal, la vegetal no sería igual a la que conocemos; no se trata de cogerlo todo al pie de la letra, es solo un ejercicio comparativo.

Continuando con el símil pesquero, vamos subiendo el arte a bordo y a su vez el inmenso radio va llegando a su centro. Podemos diferenciar entre vidas "con alma"; entre "animales" y seres humanos. Los animales carecen de razonamiento. Alguien exclamará que algunas vidas las cuales no han evolucionado de los primeros homínidos, también se les atribuye una razón o pensamiento parecido a la de nuestra especie. Las orcas, por ejemplo, están dotadas de una inteligencia cognitiva mayor de lo que podamos imaginar, pero para la gran mayoría no dejan de ser un animal más, como puede ser una vaca. ¿Daremos por bueno que los animales carecen de razonamiento, al menos de un razonamiento parecido al humano? No para todos. Para una persona vegana, y no me refiero a alguien de La Vega (España o República Dominicana), el amor hacia los animales y a la vida de estos, es comparable al amor que se tienen por si mismos. Su forma de vida, se rige en no perturbar, de ninguna forma, la vida ajena. Es la rama más espiritual del vegetarianismo. Me parece genial que los veganos defiendan cualquier vida de forma igual. No hacen distinciones. -Mi vida vale lo mismo que la de una gallina.- El problema de este colectivo es que no es mayoritario. Este mundo se rige por mayorías y esta, piensa que debe establecerse un equilibrio. Un equilibrio en el cual no debemos pensar demasiado, un equilibrio que se nos impone y aceptamos por la pura necesidad de nuestra pereza. Criamos animales en cautividad, transformamos sus mentes, acciones y voluntad a nuestro antojo. -Somos los dueños de este mundo y así debe ser.- Todo ha de cambiar al son que dicta el bienestar de la población, aunque esto se lleve por delante cualquier tipo de vida diferente a la nuestra. No dudamos en suministrar un sufrimiento perpetuo a cualquier tipo de ser, si así podemos hacer más llevadera nuestra existencia. -Nos pertenecen todas esas vidas, por algo somos los seres dominantes de este planeta.- Cuando lees esto, lo rechazas de inmediato. -No, yo no pertenezco a esto, yo no pienso así.- Dices horrorizado/a. Lamentablemente todos abrazamos este equilibrio que el sistema nos entrega.

Tenemos la red calada a la banda y sumergimos el salabre en busca de una gran pesca. Solo quedamos nosotros. Hemos despreciado todo lo diferente y a cambio se nos entrega un camino placentero y lleno de comodidades. -¿Parece un buen trato? -Sí, de momento lo parece.- Hubo un tiempo, aunque de ello no se hable por la vergüenza que supone para toda nuestra especie, en que unos hombres querían acabar con todo aquel que no se rigiera por las normas que ellos dictaban. Seguían buscando diferencias, incluso entre vidas semejantes. Hablo de los Nazis. Fuera del odio que gobernaba a esta gente, su propósito era conseguir que la raza humana fuera, bajo su punto de vista, pura. -Solo pueden existir los mejores. Si no eres uno de ellos, tu existencia no vale nada y debes dejar que tu puesto lo ocupe uno realmente digno de él.- Es un pensamiento impregnado de odio para la mayoría de nosotros. Este odio es manifestado en amor por aquellos que hacen suya esta idea. El amor a "su" raza, les hacía y les hace creer que el fanatismo es la solución para crear un mundo digno en el que formar parte. Diferenciar vidas humanas para lograr que un prototipo, de entre todos, gobierne el lugar, ese es el propósito y lo más despreciable que podemos pensar los seres humanos.

Para entender la muerte deberemos antes, conocer la vida. -¿Qué es la vida? -La vida lo es todo, desde la planta que riego todos los domingos, a mi fiel compañera de viaje. -¿Qué importancia tiene? -La importancia recae en la subjetividad de uno mismo. Cada uno es responsable del valor que da a las vidas que le rodean. -¿Toda vida es igual y necesaria? -Sintiéndolo mucho, no. La vida que yo considero necesaria, lo es porqué de alguna manera hace que mi camino fluya sencillo y ligero, de alguna manera saco provecho de esa existencia en beneficio de la mía. Lo mismo pasará contigo, en muchos aspectos coincidiremos pero en algunos, aun que sean pocos, no lo haremos y esa vida que para ti lo es todo, a mi no me aporta nada.- Es en este punto donde la vida y la muerte se encuentran para perder su significado.

¿Como entender la muerte si no logramos ponernos de acuerdo en el significado de la vida?

miércoles, 28 de enero de 2015

Macho man

Hoy, en el gimnasio, me he encontrado con una situación de lo más extraña, o incomoda más bien. ¿Has visto el videoclip de Macho Man? Pues imagina verlo rodeado de "machos" como tú, en un ambiente saturado de testosterona, donde hombres luchan contra otros hombres para ver quien se lleva el premio de ser el más alfa.

Entre camisetas de finos tirantes, pantalones apretados por encima de las rodillas, chorretones de sudor cayendo por tu frente mientras ayudas a algún compañero en el último levantamiento de press de banca, solo caben los Village People.

sábado, 24 de enero de 2015

Saber drogarse

(Continuación de Ambulatorio)

Ya en la ambulancia sentado en una silla de ruedas, junto a un compañero de sus tres colegas que allí estaban con él, y bajo el influjo de un cuelgue de lo más descomunal, no se le ocurre nada más que pedir al conductor: -¿Oye, qué pasa? !Pon la sirena!- Su acompañante respiro aliviado mientras pronunciaba una sonora carcajada. -Ya está volviendo.- Pensó.

Llegaron a urgencias. Dos seguratas escoltaron su permanencia en el pasillo mientras comentaban entre ellos: -Otro colgao... si me dieran una peseta por cada uno que nos llega, sería rico. -Qué asco de gentuza. -Estos chavales no tienen futuro. -Putos toxicómanos...-

La espera en el pasillo no fue muy larga antes de que lo llevaran hacia una habitación. Lo tumbaron en la camilla y entró, este sí, un médico jovencillo con pintas de hippie. Una perillita de chivo rubia y mal afeitada, con gafas del estilo John Lennon, el pelo despeinado y una pulsera de mercadillo con algún atributo tribal colgante de su muñeca, complementaban el uniforme de bata blanca y bolígrafos en el bolsillo. No podía haber mejor candidato que este para atender semejante situación.

Su amigo le informó de lo sucedido. El médico hippie intentaba arrancar alguna información a su paciente alucinado, pero este era incapaz de responder. Le dio un zumo y una pastilla que no era más que un tranquilizante y dijo: -Te dejo aquí otro zumo, para que se lo vayas dando poco a poco. Si ves que empeora o notas algún cambio raro, dale a este botón y vendré en seguida. Si no pasa nada de aquí a un rato me pasaré a ver como va todo.- Las normas estaban claras, no liarla era la clave para solucionar aquel percal.

Aparecieron más colegas. Su estado iba mejorando, ya empezaba a soltar alguna que otra ida de olla típica de él. Entre profundos lapsus y tremendas locuras expresivas, le iban dando pequeños sorbos de zumo. -Me estoy meando.- Dijo. Le sacaron de la habitación y le llevaron al lavabo que estaba justo al lado. Acabó la meada y lo tumbaron de nuevo en la camilla. Volvía a caer en el más profundo de su infierno personal, pero cada vez en periodos de tiempo más breves. En uno de sus momentos "lúcidos" decía: -Claro... ¡eso es! Ahora todo encaja... ¿Es que no lo veis? Ha estado ahí todo el tiempo. Joder... ¡claro! -¿Qué estás diciendo?- Respondían sus amigos. Por lo visto entre la niebla que fundía sus sentidos más básicos, encontró la respuesta filosófica de la mismísima existencia y eso le producía tal satisfacción que contagiaba su optimismo al resto de la habitación. Ya empezaban a ver una salida y volvió a decir: -Me estoy meando.- Volvieron a acompañarlo. De nuevo en la habitación, ya se podía mantener una conversación medio clara con él. Ahora se generaba otro problema, ¿cómo salir de ahí y no dejar huella? -Me estoy meando.- Volvió a repetir. -Salieron de la habitación por tercera vez y por delante de ellos pasó una camilla rodeada de médicos. Un accidente de tráfico. Trasladaban a un herido a la sala de operaciones. La imagen del cuerpo inmóvil ensangrentado, fue el paso definitivo hacia el lado de la razón.

-Hola, ¿cómo va? -Pues bien.- Contestó, en la que fue su primera frase coherente desde la vuelta a este mundo. -Bueno, a ver... necesito el DNI. -No lo llevo encima. -Bueno dime nombre, apellidos, dirección...- Se lo dijo. Mientras redactaba el informe, los nervios empezaron a surgir. No querían que sus familias se enteraran de la movida que acababa de suceder. -Bueno aquí tienes. Ahora para casa a descansar y no quieras levantarte muy pronto ya que los efectos todavía permanecerán en ti varias horas.- Le entregó la copia del informe. Cuando ya la tenía en sus manos y la huida parecía haber sido todo un éxito, preguntó el medico: -¿Cuantos años tienes? -Diecisiete... ¡dieciocho, dieciocho!- Corrigió. Joder, entre la locura se le escapó la única cosa que debía permanecer en secreto. -No puedes abandonar el centro sin la autorización de tus padres. -¡Buah¡ Qué cagada hemos pegado.- El médico intentaba coger la copia de sus manos y él empezó a entonar un gracioso cántico mientras escondía el informe entre sus piernas: -No te lo doy, na na nana na. No te lo doy, na nana na na...- Menudo zumbao, le estaba vacilando al doctor en el peor momento. Consiguió arrebatárselo. -Bueno pues habrá que llamar a tus padres. -¿Y no puede firmar la autorización un familiar cercano suyo?- Apunto alguien. -Bueno en este caso, no deberíamos. Es un paciente menor de edad, bajo el influjo de sustancias alucinógenas... -¡Mi primo!- Exclamó. En aquel momento repasó a todos los colegas que habían venido con él al lugar. El único que tenía coche y en consecuencia era mayor de edad se haría pasar por su primo. -Mi primo, que está aquí fuera esperándonos con el coche. Será un momento, te firma y se hace responsable. -Bueno... vale, vale.- Entró el supuesto primo y le entregó el carnet de identidad. Joder, los apellidos no eran ni por asomo iguales, no tenían nada que ver. -A ver, que sepas que a partir de ahora este paciente queda bajo tu tutela. Si le pasara algo en las próximas horas serás el responsable asumiendo así todas las consecuencias. -Claro.- Contestó. Firmó el informe y salieron airosos de aquel tremendo percal.

Ya en el barrio recién amanecido, recordando toda la movida entre caras de acojone y alguna que otra sonrisa, se despidieron hasta dentro de unas horas.

Cogió su chupa y emprendió el camino de vuelta a casa. Mientras andaba intentando no darle vueltas a nada que tuviera que razonar más de dos segundos, un coche de policía apareció al final de la calle. Rápidamente pasó de ser algo desvanecido a lo lejos de la avenida a postrarse justo delante de él. -Hostia, la madera... solo falta que me paren ahora...- De pronto y sin previo aviso el coche patrulla que dos segundo antes permanecía sobre la linea del horizonte se subió a la acera y le barró el paso emitiendo un escandaloso chirrío. -¡Venga va!- Exclamó su sucia mente. Se bajaron dos agentes pistola en mano. -¡No se mueva!- Lo cogieron y violentamente lo empotraron sobre el coche. Empezó el cacheo mientras él decía: -¿¡Pero que pasa!?- Terminaron de cachearle y lo apartaron del vehículo. No llevaba nada encima excepto la copia del informe de urgencias plegado en media cuartilla descansando en un bolsillo de su Cruzada y que no encontraron. Aun con el brazo agarrado por uno de los agentes informaron: -Está bien, puede seguir, puede irse. -Joder, gracias...- Se soltó de la mano opresora con un brusco gesto. -Solo faltaba eso, la puta policía dando por culo a estas alturas de la historia.-

Llegó a casa ya de día, se metió en la cama y apagó.

Los efectos alucinógenos permanecieron en él varios días, incluso hay gente que piensa que esos efectos jamás lo han abandonado, algo cambió en él y lo acompañará el resto de sus días. De todas formas no era consciente de que había protagonizado una de las historias más geniales recordada por toda la pandilla. Eso era un mérito que pocos logran conseguir durante la vida de colegueo.

Saber drogarse, ahora se a que se refería.

jueves, 22 de enero de 2015

Mandarina

Tardas en comértela menos de un minuto. El olor a cítrico te acompaña durante el resto del día.

martes, 20 de enero de 2015

Monóculo

¿Cómo llegar a sentir nostalgia por algo que no has vivido? No lo sé, pero hecho de menos los monóculos.
 
Una lente posada en la cavidad ocular, de la cual colgaba una cadenita que nacía del bolsillo de un elegante chaleco de terciopelo negro con rebordes dorados... ¿Quién puede resistirse?
 
Qué maravilla el siglo diecinueve y sus atuendos.

sábado, 17 de enero de 2015

Ambulatorio

(Continuación de Fiebre del viernes noche)

Alguien preguntó: -¿Tío, estás bien? -Hay una cueva entre las piernas de ese perro.- Respondió dejando a todos boquiabiertos. De golpe se alzó dejando tras de si la posición sentada, al más puro estilo Cherokee, en la cual había permanecido más de una hora imperturbable, bajó las escaleras del altillo entre tropezones y torceduras de tobillo, abrió la puerta del garaje y cayó desplomado al suelo medio inconsciente. Tras de él bajó el resto de gente, que hasta el momento llevaban una de las mejores noches de su vida y observaron entre asombro y pánico la situación del cuerpo desvanecido en el firme piso. Entre la espesa masa de jóvenes asombrados, logró meterse y pudo contemplar el panorama que allí se presentaba. -Joder, no puede ser... ¡Le ha dado un chungazo! ¡Madre mía! Y yo... y yo me he comido lo mejor en esa última partición. Estoy muerto.- Subió rápidamente las escaleras. En su temblorosa y escasa consciencia logró recordar que ante semejante sobredosis de veneno setil, lo único que lograba calmar esos efectos perturbadores era el azúcar, la bendita glucosa. Revolvió el lugar colapsado de cascos de litronas vacías y ceniceros repletos de colillas y tachas de canuto. Entre el desorden más extremo, encontró un paquete de cruasanes que alguien con grandes expectativas nocturnas había reclutado en uno de los viajes a la gasolinera. No le dio tiempo a pensar en más. Cogió el paquete que contenía su imaginable salvación y salió corriendo calle arriba dirección al ambulatorio del barrio.

Allí estaba él, corriendo cual galgo detrás de un falso conejo. Unos pantalones de chándal con más de un agujero en el regazo causado por las incandescentes chinas de algún apaleao de dudosa calidad y una camiseta descolorida de los Reincidentes, acompañaban su carrera hacia la salvación.

La gente que contemplaba el cuerpo del chaval que aún yacía frente a la puerta del local, cambió su fijación por el prematuro corredor. -¿Qué coño hace ese? ¡¿Dónde vas!?- Nadie daba crédito a la estrambótica situación. Uno de los observadores, no se lo pensó dos veces y se lanzó a la carrera detrás de él, mientras pronunciaba algún grito del estilo -¿¡Por qué corres!? ¿¡Qué pasa!?-

A la mitad del camino paro su marcha y miró a su perseguidor. No logró pronunciar palabra y no por que llevara un cruasán intragable en la boca, si no por que no era capaz de lograr tan costoso esfuerzo. A duras penas se le entendió un -!Mierda!- Escupió el cruasán babeado de su boca, lanzó el paquete que su mano llevaba bien apretado y emprendió de nuevo su veloz e incansable marcha.

Al fin llegó a la puerta acristalada del ambulatorio y sin mediar palabra empezó a aporrearla con todas sus fuerzas. En un par de segundos apareció su compañero de running nocturno. -¿Qué haces tío? ¿Qué coño hacemos aquí?- De pronto se personaron ante ellos un par de individuos de bata blanca, que ante semejante situación permanecían inmóviles sin saber como reaccionar. Al fin se decidieron y abrieron a regañadientes la puerta de la entrada. Los "médicos" se metieron detrás de un mostrador confinado y cerraron la puerta. Ellos consiguieron pasar a la recepción y se acercaron al mostrador que protegía a los asustadizos "médicos". Por más que lo intentaba no lograba que su mente formara alguna frase lógica o al menos entendible. Se dirigió a su compañero y le dijo: -Cuéntales... -¿Todo?- Respondió su colega. Y él afirmo con la cabeza.

La historia fue contada tal cual. El desfase que llevaba su compañero metido en la sangre que regaba su cerebro, fue expuesto ante un enfermero manco y una auxiliar que aquella maldita noche cubrían el turno de guardia. Alucinaban ante semejante consumo de sustancias ilegales. -Vale, entonces es una sobredosis a causa de la ingesta de unas setas alucinógenas, también ha estado fumando marihuana y tomando bebidas alcohólicas. Vale... esperar ahí que ahora vamos a llevarlo a una sala para explorarlo mejor.- Se apoyó en su amigo y consiguieron sentarse en unas sillas de plástico naranja que llenaban la sala de espera.

Los minutos eran eternos para su mente alucinada. Cada segundo permanecía estancado en un tiempo donde cada función involuntaria del cuerpo humano pasaba a ser lucida y despierta. Cada respiración debía ser pensada, cada latido debía ser programando con antelación. De pronto todos los actos que funcionan de forma inconsciente pasaron a ser conscientes, ahogando su cerebro con miles de tareas a ejecutar. Se concentraba con la mano en el pecho y hasta que no notaba el anhelado latido de su corazón, la muerte se le presentaba de forma repentina y no se alejaba hasta sentir el lento bombeo de sangre. Pero mientras su atención se centraba en su sistema cardiovascular, el resto de sistemas permanecían en estambay. Su mente estaba colapsada. Los breves momentos que lograba salir de ese infierno, solo servían para empeorar las cosas. El reloj que colgaba de la pared de en frente se paró, los segundos ya no pasaban cuando de repente, esa segundera que hacía un rato corría en la buena dirección y que ahora se había detenido, empezó a descontar sus pasos. -¡El reloj gira al revés!- El tiempo había pasado de ser eterno a convertirse en futuro. Entre alucinaciones, aparecía de nuevo ese infierno que atravesaba el subconsciente y afloraba hasta el lado más descubierto de sus pensamientos. -Recuerda respirar... El corazón, no lo noto...- Su función orgánica era lo primordial, su fijación le hacia desaparecer por unos instantes del mundo terrenal, ante el asombro de su compañero que intentaba, sin éxito, calmarle.

Empezaron a llegar colegas llenando el ambulatorio de chavales colocados. Nadie entendía lo que estaba pasando. De entre la muchedumbre apareció el compadre que había desatado las peores alucinaciones con el cuadro del perro dibujado. Se dirigió a él diciéndole entre balbuceos: -Yooo... yaaa... estoy bien, me se haaa... ido un pocooo... la olla, pero yaaa... estoy mejor.- Algo así es lo que la gente entendió, excepto a quien iba dirigido el mensaje, que no se enteró de nada. Se acercó el enfermero manco y desalojó el lugar dejando a tres personas junto al drogado chaval.

Vino la auxiliar, le agarró del brazo y le arrastró hasta un box que tenían preparado. Lo posó sobre una camilla debidamente empapelada y le descubrió un cachete. -Ahora te voy a suministrar un calmante, te dolerá un poco.- Nada, como si oyera llover. Era incapaz de prestar atención. Descubrió la afilada y larga aguja y la clavo en el culo pálido de ese paciente sonámbulo. -¡Aaaaah! ¡Hija de puta! ¡Tu puta madre, zorra!- El incisivo pinchazo se convirtió en una tortura punzante eterna. El dolor era tan inmenso que toda la atención de su mente, convirtió un segundo de malestar en una situación perpetua de la cual no podía escapar.

Cuando por fin logró calmarse, lo acompañó de nuevo a la sala de espera. A mitad de camino empezó a notar que algo no iba bien, bueno que iba peor de lo que estaba yendo. La inyección del tranquilizante había hecho un efecto drástico en su sistema locomotor. Primero se le durmió totalmente una pierna y se desplomó en el suelo como ficha de dominó empujada por su semejante. Los "médicos" no podían flipar más. -¿Un chaval de unos veinte años, drogado hasta las cejas, reptando como una serpiente por el pasillo del hospital en mi turno? No, eso no va a pasarme jamás.- Y ahí lo tenían. Logró sentarse de nuevo en la silla naranja. Se cogía la mano, la levantaba y la dejaba caer sobre sus rodillas. Se le había dormido el lado izquierdo de su cuerpo por completo y su lado derecho no tardó mucho tiempo en imitar su lado opuesto.

Un vegetal parcialmente consciente de la realidad, permanecía descompuesto sentado de una forma antinatural en esas sillas de plástico naranja. Sus tres colegas empezaron a preocuparse por él y  pidieron una ambulancia para trasladarlo al hospital central de la ciudad. No se sabe como, pero la ambulancia apareció en apenas minutos. No dieron nombres, no había ningún tipo de carnet que demostrará quien era ese chaval medio moribundo en la sala de espera del ambulatorio del barrio. Las ganas de los dos "médicos" de guardia a que esa situación desapareciera de su turno, hicieron posible que las normas sanitarias se pasaran por el forro.

(Continúa el 24/01/0215 - Saber drogarse)

miércoles, 14 de enero de 2015

Expectativas de director

No hay mejor entrada para una semana que alberga un martes y trece.

Cuando uno de tus directores afirma que ha estado pensando como podría llegar a presentar un proyecto, para solucionar el problema del derrame de petróleo del pozo Macondo de British Petroleum (BP), en el Golfo de México en 2010 y el otro director piensa que una empresa capitaneada por un Pinacho con control Fagor y una CME con control Heidenhain, puede llegar a despuntar en el sector de la aeronáutica, sabes que lo tienes jodido.
 
¿¡Ambición!? ¡Desastre!

sábado, 10 de enero de 2015

Fiebre del viernes noche

Todo empezó en alguna de las quedadas que hacíamos después de cenar, en casa de nuestras respectivas madres, un día entre semana. Nos reuníamos en un banco de la calle principal del barrio, siempre el mismo banco, nuestro banco, también llamado "el banco". Sobre las diez de la noche veías aparecer a chavales de todas partes, andando con aires desgarbados hacia el mismo punto de destino. Allí permanecíamos charlando de nuestras movidas un par de horas. Lo necesitábamos, necesitábamos ponernos al día, vernos las caras, comentar la jugada, mientras apurábamos algún que otro canutillo receloso. Fue entonces cuando alguien sugirió montar un buen festival el viernes próximo. Como es normal, no hizo falta someter la moción a referéndum, quedaba aprobada inmediatamente. -¿Qué haría diferente este viernes de otro?- Cada viernes por la noche, corríamos una buena juerga, así que para destacar esta de entre otras, necesitábamos un buen aliciente, algo fuera de lo común, algo diferente a la hierba y las cervezas. No sé quién fue, pero alguien sugirió que habían unas setas que te hacían alucinar. Setas alucinógenas, les llamaban. Las vendían en una tiendecita de la ciudad. -¿Cómo puede ser? Estas movidas tan de puta madre no pueden venderse así como así.- Comentó alguien. Por lo visto las vendían en unos saquitos, que contenían nueve de estos bocados flipantes, para dejarlos debajo la almohada. Según ponía, si así lo hacías facilitaba el sueño a aquellas personas que padecían de este problema. Joder, parecía una idea cojonuda. A la degustación de tales majestuosos hongos, nos apuntamos cuatro candidatos. Yo que siempre había sido el más pequeño del grupo, para estas cosas era un "echao pá lante".

Al fin llego el ansiado viernes. Esa misma tarde, después del curro, fuimos a la ciudad. De camino a la tienda, la emoción iba in crescendo. La tiendecita era muy pequeña, nada más entrar por la minúscula puerta, protegida por una banda de tiras metálicas que colgaban del marco superior pintadas con la bandera de Jamaicana, te topabas con el mostrador. Allí tenían un poco de todo, sacos de arena especiales para cultivar marihuana, semillas, lámparas... todo lo que un fumeta podía llegar a soñar. Nos dirigimos al chaval que allí esperaba hojeando una revista que trataba sobre la ganja, como no, y le comentamos lo que veníamos buscando. El tío nos ofreció dos tipos, ahora no recuerdo los términos exactos pero, uno era más fuerte que el otro. -¿¡Qué somos gilipollas!? ¿¡A caso nos ves con cara de pringaos!? ¡Joder, las más cañeras!- Era obvio. Nos advirtió de que si nunca habíamos jugado con sustancias psicotrópicas, deberíamos ir con mucho cuidado, los que las tomaran no podrían beber ni fumar. También nos sugirió que no lo hiciéramos en el exterior, que lo consumiéramos en un recinto cerrado. Al parecer íbamos a despertar una bestia que no podía ir correteando por ahí, sembrando el caos por las calles. -Bajo ningún concepto toméis más de tres por cabeza, hay que saber drogarse. En el paquete van nueve, ¿cuántos vais a ser? -Cuatro.- Respondimos al unísono. -Vale, os daré un par de bolsas. Yo de vosotros tomaría dos o tres como mucho. El resto las podéis guardar para otra ocasión sin problemas. Las tenéis que ir masticando poco a poco e ir tragando la saliva que vayáis creando. Al cabo de unos cinco minutos os tragáis el resto.- Quedó clarísimo, para los moñacas como mucho tres, para unos tíos de barrio como nosotros, media bolsa cada uno.

Llegaron las diez, puntualmente a la cita, allí aparecieron todos. Hicimos unos petas en "el banco" para no dejar atrás a ningún rezagado, los terminamos y nos metimos en el local donde celebrábamos nuestras reuniones nocturnas. Recuerdo que aquel día había más gente de lo habitual, más alcohol del habitual y más fume del habitual. Cada bolsa era para dos personas como habíamos acordado, dos parejas. Así que nos reunimos y... -¡Mierda! Nos falta uno.- El único que no podía faltar, faltaba. -Bueno, nosotros empezamos ya.- Comentamos mi pareja y yo. Así lo hicimos. Habíamos fumado algo, pero nada del otro mundo. En nuestra sangre, de por si, los niveles de THC eran infinitos y constantes. Repartió él cuatro setas y media para mi y la otra mitad para él. Eran alargadas con una cabecita redonda en uno de los extremos. Estaban secas y malísimas, pero no fallamos a ninguna de las pautas establecidas. Estuvimos rumiando esos nauseabundos hongos cinco minutazos y nos las tragamos.

El ambiente de la fiesta era soberbio. Un buen rollo de puta madre, todo el mundo pillando un buen cuelgue entre colegas. Todo el mundo sí, menos nosotros que estábamos con la abstinencia. Iban pasando los minutos y nada. Nos mirábamos, mi alucinante compañero y yo, y negábamos con la cabeza. En uno de esos encuentros, de miradas cruzadas en busca de algún síntoma semejante, vi que él empuñaba una fresca y saciante litrona. -¡Serás cabrón!- Me devolvió el amable insulto con una sonrisa y un buen trago. Me acerque a él y... -¡Trae pá qui!- Exclame quitándole la cerveza de entre sus manos. Oh... como entro de fresquita y reconfortante.

Ya éramos uno más. -A beber y a fumar que estos cabrones nos llevan ventaja.- Pensábamos. Cuando de pronto me percato de que el compañero de la pareja que había quedado coja, llevaba un buen rato por allí. -¿¡Ei qué pasa!? ¿Le habéis tirao ya, o no?- Pregunté. -No, no, vamos a pasar, que llevamos un cebollón de la hostia ya.- En aquel momento me pareció la mejor noticia posible, no podía haber nada mejor en aquel momento que comerse otro medio paquete de esas ricas setas. -Un paquetito por cabeza es lo suyo.- Me autoafirme. -¿¡Qué pasa tío!? ¿Te hace comerte el paquete de estos dos? -¿No se lo van a comer? -No. -¡Joder, de puta madre!- Ya estaba hecho. -Pero esta vez barajo yo.- Repartí cuatro setas y media para él y las cuatro setas y media más grandes restantes para mi. ¡Anda que no!

La juerga seguía su curso. Mi mejor amigo, el anfitrión de todo aquel desmadre, se le ocurrió una idea que surgió ser lo más bestia que he visto en mi vida. -Tráeme el inflador. ¡Oye nen! Ves haciéndote un peta.- Dijo. Se refería a un inflador de esos de pie, para hinchar colchonetas de playa. Montamos la manguera con la boquilla más grande, la que no usa nadie de lo grande que es. Terminamos un magno canuto y poso en el suelo el inflador de colchonetas, lo apretujo con su cuarenta y cuatro todo lo que pudo y dejó el interior de este completamente vacío. Por el agujerillo donde aspira, le acoplamos el peta, aparto la bamba de encima y se lo fumó todo. En el interior del inflador ahora teníamos la esencia de un canuto de suculenta y resinosa hierba, deseosa de pasar a alguno de nuestros pulmones. El candidato fue el tipo más grande del local. Un pavo de un metro noventa y unos cien kilos, lo que viene siendo un tío grandote, vamos. Las reglas eran claras y así se las transmitió: -Cuando cuente tres, aspira a pulmón todo lo que puedas. -Vale, cuando quieras.- La escena era increíble, no se me borrará jamás de la memoria. Un tío con el pie levantado, al filo de pisar un inflador de colchonetas repleto del humo de un canutazo de maria. En el extremo del tubo unos labios bien sellados a punto de absorber la esencia en una sola calada. -Un, dos... tres.- ¡¡Pisotón!! Madre mía... pisó el inflador con todas las fuerzas del mundo. Podéis hacer el esfuerzo e imaginar el vapor de la respiración saliendo por los orificios nasales de un toro en una tarde de invierno, pues exactamente eso. Al instante le salieron litros y litros de humo denso por la nariz. Empezó a toser bocanadas exageradas de este gas blanco y espeso, no podía parar. Nos miramos todos los caretos de atónitos y nos empezamos a partir la caja como nunca. Si el candidato hubiera sido otro, saca los pulmones por el culo y eso nos hacía aún más gracia.

Todo iba estupendamente, risas, colegueo, idas de olla... todo de lujo, lo esperado de una gran noche de viernes. Cuando de pronto un cuadro pintado con la imagen de un perro en mitad del campo, empezó a perturbar la mente de mi pareja comedora de hongos.

(Continúa el 17/01/2015 - Ambulatorio)

jueves, 8 de enero de 2015

La espera

Esperas a que llegue la noche y con ella, el breve descanso necesario para afrontar otro día.
 
Esperas a que llegue el fin de semana y con él, la corta desconexión de tu rutina diaria.
 
Esperas a que lleguen las vacaciones y con ellas, el escaso periodo de tiempo donde puedas ser tu mismo.
 
Esperas a que llegue la jubilación y te das cuenta de que no es lo que esperabas.
 
¿Qué esperas?

martes, 6 de enero de 2015

Indie

Empezamos el 2015 y los cantantes de los grupos "Indie" siguen sin saber cantar.
 
¿Será que la seña identitária que los clasifica como género "Indie" es esa?

sábado, 3 de enero de 2015

Evolución

Después de leer esto que voy a escribir a continuación, la mayoría empezaréis el año odiándome. Pero soy un buen chaval...

Desde antes de los Australopithecus, hace unos siete millones de años, hasta ahora, solo han existido un par de parámetros los cuales nos han obligado a evolucionar: la curiosidad y la supervivencia.

Hoy en día parece que estos factores se han ralentizado llevando la especie a un estado de estancamiento evolutivo. La mayoría de nosotros estamos acomodados en un mundo diseñado por nuestro bienestar. No necesitamos un cambio, ya no perseguimos la adaptación, simplemente moldeamos nuestro entorno para facilitar nuestro hacer en él. Es mucho más fácil y rápido modificar el lugar donde permanecemos, que hacer el esfuerzo de integrarse. Esta pereza, ha noqueado nuestro espíritu de superación y nos ha dejado en un estado de reposo constante. Por otro lado la curiosidad del hombre, parece ser mermada por unos valores éticos los cuales firmamos todos y cada uno de nosotros, ¿no? Yo no.

La ética, el estudio racional de la moralidad. ¿Qué es moral? ¿Cómo podemos justificar de modo objetivo la moralidad, la costumbre? El uso de la razón de cada uno, coincide en un pensamiento generalizado, un pensamiento donde se reúnen varios bajo el escudo de lo común. Múltiples opiniones subjetivas, se vuelven objetivas por el simple hecho de coincidir entre ellas. ¿Entonces lo "normal" es moral y lo "anormal" amoral? Parece ser que sí, en eso se basa. Pongamos como claro ejemplo la barbarie de la ablación genital femenina. Una mutilación que hoy en día es sufrida por unas tres millones de niñas. En el África subsahariana y en Oriente medio es una tradición ancestral que viene de sus antepasados más lejanos. Su cultura ve este brutal acto como una forma identificativa de mantener vivo un legado que se remonta al antiguo Egipto. Es su manera "normal" de recibir la edad adulta de sus niñas. Aunque en las regiones Centro-Africanas es una práctica muy extendida, muy común, la mayoría del mundo nos oponemos a ella, ya que no es una costumbre y en consecuencia no es ético.

Ahora pongamos otro ejemplo, este no tan claro. Los grupos ecologistas y su ansiada voluntad de cambiar el mundo y devolver la pureza que el genero humano le ha arrebatado. ¿Defienden un ideal ético? No lo podremos saber hasta que miremos una estadística y veamos que porcentaje de gente, está a favor y que porcentaje en contra. Si la mayoría de la población mundial, ve los actos ecologistas como una manera favorable de iniciar un camino, ceñido a cambios humanos y no de entornos, estos serán éticos, serán actos morales. Pero solo que se incline la balanza unos grados hacia el otro lado, pasarán de ser éticos a convirtirse en inmorales. Es como si hubiera, lo que los letrados llaman, un "vacío legal" en todo esto. Sé que la palabra "moral" viene del latín, que significa costumbre, pero no se yo si podemos ceñirnos a su significado. Va más allá.

Después de poneros en situación, os revelaré mi pensamiento más puro y egoísta. ¿Por qué no apostar por la ciencia y el desarrollo tecnológico sin tener en cuenta la ética? Experimentar dejando a un lado la moral humana, simplemente por ver hasta donde somos capaces de llegar como especie. Despertar el ser autodestructivo que llevamos dentro y ver que pasa. Sabemos que somos seres destructivos, lo llevamos marcado a fuego en nuestra naturaleza, en lo más hondo de nuestro ADN, dejemos que florezca y mostrémonos como realmente somos, así seguiremos evolucionando y saldremos de este periodo de aguas encharcadas, redirigiendo el rumbo de nuevo a mar abierto. Quizás no es tan apocalíptico como parece. Solo debemos mirar atrás y fijarnos en los acontecimientos sucedidos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Enfermedades, cambios climáticos, guerras provocadas por los hombres... catástrofes que han servido de criba, donde caían los débiles y permanecían en la rejilla los fuertes, han hecho que nuestra especie domine el mundo, y no debemos sentirnos avergonzados por lo sucedido, ya que todos y cada uno de nosotros, somos descendientes de los proclamados vencedores de la salvación de esa purga. Sí, un Apocalipsis voluntario causado por el eterno cansancio de seguir el camino de una vida dirigida.

Estudios de energías inestables, hay que abastecer un nuevo mundo. Clonación humana, necesitaremos conejillos de indias. Experimentos con el ADN, hay que prepararse para lo que nos espera... y empezando por lo básico: -¿Fracking? ¡Fracking!- Si después liamos un estropicio ya lo solucionaremos de alguna manera. Todo aquel que piense que así destruiremos el planeta, se las da de un creído sin igual. Un cambio climático severo no afectará nuestro mundo, nos afectará a nosotros. La tierra resistirá como ha resistido todos sus ataques el largo de su vida. Lo que pasará  es que este planeta azul llamado hogar, dejará de serlo para nosotros, y nuestro lugar será ocupado por otra especie dominante, que también se verá evocada a su incuestionable extinción.

No sé vosotros, pero creo que necesitamos un cambio antes de ver el fin. Ya sea impuesto o a voluntad, pero un cambio de destino radical. Seguir esta aburrida rutina evolutiva, no es lo que merecen tantos años de superación y constancia. Como ya he dicho, la mayoría de nosotros vivimos acomodados y no necesitamos sobrevivir, lo cual nos dice que por el lado de la supervivencia no hay nada que hacer. Ya no necesitamos crear fuego para seguir el camino, este hace siglos está bien asfaltado. Solo queda la curiosidad, y la esperanza de que esta nos arrastre hacia un destino breve, pero intenso.