miércoles, 20 de mayo de 2015

Mecánico

-Entras al taller y vas directo al vestuario. Pantalones y camisa conjuntados bajo un azul marino oscurecido a causa de las manchas de grasa y gasoil. En tus pies unos zapatos de seguridad negros al aceite usado de carter, bien abrochados. Delante de los ojos y apoyadas en el extremo de la nariz, se posan unas gafas de trabajo; un híbrido entre protección y confort visual siempre desmerecido a causa de mil y una proyecciones detenidas. Al salir y apoyar el primer pie dirección al torno donde esperan anhelosos tus esenciales instrumentos, dejas atrás la persona que has sido durante unas horas y resurge cual ave Fénix el mecánico que realmente eres. El camino es fijo e imperturbable. Te colocas tras la mesa de medición y abres el primer cajón. En el bolsillo superior derecho de la camisa, posas con firme suavidad la punta de trazar, una tiza, el bolígrafo azul, tu lápiz debidamente afilado y detrás de ellos la libretita guardiana de un sinfín de códigos que solo los de tu orden pueden descifrar. En el izquierdo las llaves de la caja de herramientas, una broca de punto y otra de avellanar que nunca viene mal. Tu trasero bolsillo, ya situado en el pantalón, tiene reserva permanente a nombre del pie de rey; fiel compañero de fatigas y luchas constantes que jamás te ha dado un error objetivo. En el izquierdo, guardas plegado estratégicamente el último trapo limpio que usaste la jornada pasada, seguidamente cuelgas de él el metro de cinco; no querrás quedarte corto. Por último queda el bolsillo derecho que no será llenado hasta empezar algún trabajo siendo así ocupado por alguna llave, destornillador, alicate o algún tipo de tornillería desmontada. Ya estás preparado y dispuesto a enfrentarte a cualquier problema que solo lo será temporalmente, porque seguro lo solucionarás.-

¿Dónde quedan esos mecánicos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario