sábado, 16 de mayo de 2015

Festejos forzados

-Pues seré un desagradecido.-

Hará unos cincuenta años en los talleres mecánicos, hablando de la mecánica en mayúsculas claro, se trabajaban todos los días. De lunes a sábado la jornada normal, cinco horitas por la mañana y otras cinco después de llenar el buche; llenar el buche sí, porque esa curtida gente no gozaba del disfrute de sentarse y regocijarse en los alimentos ingeridos no, simplemente comían de carrerilla lo justo para absorber la suficiente energía que ayudara a afrontar una gloriosa tarde de trabajo. Si un sábado la faena pintaba medio bien, excepcionalmente se podía llegar a acortar un poco la tarde, un par de horas eran suficientes. Los domingos se empleaban para limpieza y mantenimiento, pero solo por la mañana; no hay que abusar. Fijar las cuñas de los mallos y sumergirlos en agua, reparar el filo de los cortafríos, engrasar las maquinas, limpiar y colocar las herramientas, barrer... todo lo que no daba tiempo mientras estabas en el lío, se dejaba para el sosegado domingo. Hombres que trabajaban apenas sin descanso a cambio del sueldo justo para que el engranaje de su vida laboral no parara de transmitir movimiento.

Visto desde la lejanía y la perspectiva que dan cincuenta años, podemos decir que esa gente no vivía, al menos no lo hacía para recibir el término que hoy conocemos como "vida". Bajo nuestra posición actual, vemos una exageración que una persona se entregue por completo a estas jornadas maratonianas sin más, simplemente porque debe hacerlo. Sé que hoy en día hay estilos de vida influenciados también por el trabajo. Sin ir más lejos la tripulación de un yate por ejemplo. Estos tipos viven acorde a su trabajo, pero con una gran diferencia económica. A parte, la tripulación ha elegido esa vida, nada que ver con los currantes de antaño; era lo que había, tenias que trabajar sí o sí. Empezabas de aprendiz y acababas siendo el mejor de los mecánicos, no tenías elección.

No es de extrañar que para estas personas el escaso tiempo de descanso era valiosísimo. Inmersos en su normalidad, cada segundo que pasaban limpios y sin chorretones de grasa, era imperturbable. De su exclusiva elección recaía como y en qué gastar el tiempo, y pobre del que le sugiriera tan siquiera alguna opción de como hacerlo.

Hoy en día, eso ha cambiado. Deberíamos trabajar ocho horas al día con un total de cuarenta horas semanales. Sé que algunos diréis: -¡¿Qué dice este!? -¡A mi me hacen doblar turno! -¡A mi, trabajar los domingos hasta las cinco! -¡Pues yo hago once horas y solo una para la comida!- Por eso digo "deberíamos"; pero bueno, ya me va bien que exclaméis eso ya que entenderéis, como lo hago yo, que el tiempo que se nos da es un regalo ganado a pulso y hay que aprovecharlo como tal. Los regalos se hacen para ser disfrutados por el afortunado que los recibe. El agraciado toma la decisión de hacer con el presente lo que le venga en gana, y de ser este finito, dictaminará personalmente como extinguirlo. El descanso es igual, somos nosotros quienes debemos decidir en que gastarlo, nadie debería imponernos de manera autoritaria que hacer con él.

Si bien hoy en día lo que sucedía hace diez lustros nos parece desproporcionado, de aquí a medio siglo, nuestros descendientes nos observaran y encontraran la misma desproporción en lo que nosotros estamos realizando ahora. Esto quiere decir que la valía de nuestra "libertad" es la misma que años atrás.

Seguro que hasta aquí, estamos todos de acuerdo. -Que cada cual haga lo que quiera con su tiempo. Qué más me da lo que hagas tú... mientras no me jodas a mi.- En una de mis primeras entradas del bloG', ya hablo de que el género humano está hecho para ser feliz. La tristeza y todos los sentimientos de alguna forma angustiosos, no son de nuestra naturaleza. -En todo momento hay que realizar lo que uno desee y conseguiremos la felicidad que nos pertenece. -Sí, pero dentro de nuestras obligaciones, ¿no?- Eso es, las obligaciones. -¿Cual es nuestra obligación primordial? -El trabajo.- Contestaréis todos. Necesitamos trabajar para conservar el estatus en el que cada uno se haya posicionado. Trabajamos a cambio de dinero que utilizamos amablemente para impedir que la sociedad se estanque y en consecuencia prospere. Es así, las recompensas van implícitas en las obligaciones. El problema nace cuando a parte de esta fundamental obligación, surgen otras con las que no contabas.

A partir de aquí ya no estaremos tan de acuerdo.

La respuesta que obtengo siempre es: -Hombre es que así nos encontramos todos.- Lo primero que diré es que me parece muy triste la necesidad de festejar forzosamente algo para obtener la excusa perfecta para verte con alguien. Si no te ves des de la boda del "tío Ginés", es porque te importa una mierda. -Ahí va, sin tapujos, como debe ser.- Si realmente la necesidad de intercambiar impresiones y experiencias con aquella persona según tú tan especial es imperiosa, moverás cielo y tierra no haciendo falta ninguna excusa para el encuentro. Y si esa persona te considera igual de importante, tranquilo/a que hará lo que tenga en mano para acabar con el mismo propósito.

Bautizos, comuniones, confirmaciones y bodas por la Iglesia son el top four de los festejos forzados más hipócritas. Sí, hipócritas por dos razones.

Razón 1: Conozco muy pocas personas que sean practicantes de la religión Católica, aún así se empeñan en bautizar a sus hijos por el simple hecho de la tradición. Se aferran al folclore sin importarles lo más mínimo las futuras creencias del indefenso bautizado. Imponen el Cristianismo y entregan el alma de su hijo a un Dios en el cual no creen. -Me diréis que no es lo más hipócrita que habéis leído nunca.- Las comuniones; seamos serios que no es un juego. Esos niños están a punto de entregar su cuerpo a la Iglesia y ni siquiera se dan cuenta. La pantomima de la catequesis y la transcripción de la palabra de Jesús, basada en el compañerismo y el buen hacer, es un velo opaco tras del cual se oculta la realidad más fanática. -Joder, hay curas que darían su cáliz más preciado por dar la misa de espaldas y en latín. ¿¡Los habéis escuchado!?- Si te olvidas de lo místico y fantasioso que es creer en el gran hermano que controla los hilos del mundo, y te ciñes en analizar el discurso del capellán, descubrirás un mensaje peor que el transmitido por el líder de las peores dictaduras. Los críos uno detrás de otro en fila vestidos para la ocasión, esperando a ser adoctrinados y marcados como ganado al ingerir el cuerpo de Cristo, merece el atributo más sectario. -Entras libre, sales condenado.- Hay que tomarlo como lo que es y punto, dejemos atrás el querer ser ignorantes. La confirmación la podríamos saltar porque es la reafirmación de que el camino marcado por Dios es el que tú andas. Solo el ser más hipócrita de todos, que los hay, se confirmaría si no fuera un militante acérrimo en las filas de Nuestro Señor. ¡Y por fin el apoteosis! La gran boda, el día más feliz de nuestras vidas. -Por todo lo alto, no escatimemos en gastos que pagan los viejos. Hay que petarlo muy fuerte obligatoriamente.- Todo empieza con la pereza al hacer las invitaciones y estructurar las mesas. Continúa con la envidia al fijarte en la boda de tu amiga que fue algo espectacular. Sigue con la avaricia de poseer aquello con lo que has soñado a cualquier precio. Aparece también la soberbia viendo que tú sí, estás preparando un acto donde no hay cabida a errores. La comida debe ser generosa haciendo de la gula uno de los estandartes más destacables de las bodas. Ira sientes cuando los camareros han servido algun plato de forma con la que tú no contabas. Y para acabar, la lujuria será desatada en la habitación del hotel cinco estrellas al practicar el sexo más desenfrenado y salvaje de toda vuestra vida. La culminación no podía ser de otra forma que haciendo honor a los siete pecados capitales.

Razón 2: Esta más breve. -Un domingo cualquiera de Abril doce cero cero del medio día. El sol abrasador funde tus neuronas y empaña tu vista. Una temida gota de sudor resbala por la espina dorsal hasta llegar al gluteo. La misa está siendo un tostón de órdago. El típico convite espera a la salida. Mesas circulares llenan el lugar. Como siempre la pata de la mesa cae justo en el sitio donde resides. Sabiendo que la comida no te va a sentar especialmente bien, tragas por lo típico de no hacer el feo. Nunca ves la hora de irte. El lunes se abalanza sobre ti y no puedes hacer nada más que pedirte otro té que calme tu indigestión.- La hipocresía surge cuando habiendo pasado por este horror, se presenta la ocasión y eres tú el que ofrece este sufrimiento y no precisamente de manera gratuita. -La maldad más ortodoxa, me viene a la mente.-

El tiempo es lo único que tengo, lo único que realmente es mío y me pertenece de la forma más pura. -¿Pretendes que lo cambie, que te lo entregue para formar parte de este festejo? ¿Obligación de qué?-

Festejos forzados, irremediablemente cuanta conmigo.

2 comentarios:

  1. Bueno, todo este montaje de festejos religiosos o paganos que a veces sufrimos no son mas que una manera de sacar dinero. Me ha gustado mucho este relato.
    Un saludo cordial.

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    1. Tienes toda la razón Bénjamin, otra excusa más para el consumismo.

      Gracias por el comentario y por compartirlo como siempre. ¡Un saludo!

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