martes, 31 de marzo de 2015

Greenwich

Desde mil novecientos cuarenta y dos vamos de la manita con Alemania gracias al tipo que dictaba mientras los demás tomaban nota sin opción a réplica; pero bueno, a mi eso me da igual. Que más da si queremos ir a nuestra bola en referencia al meridiano. El cinco por ciento estimado que supuestamente ahorraremos en la facturación energética me la trae floja, es más, si es menester estoy dispuesto a pagar esos cuatro euros por adelantado. No me importa en absoluto si el cambio horario es impuesto en más de setenta países desde mil novecientos setenta y cuatro a raíz de la crisis de no sé que carajo del petróleo. Lo que sí me molesta, lo que realmente me jode, es tener que adaptar mi cuerpo a este cambio fortuito. Tal vez a la gente no le fastidie cambiar sus hábitos sesenta minutos, pero a mi me supone un par de semanas de incomodidad constante, veinte mil ciento sesenta minutos de caos orgánico y malestar inevitable.

¿Joder por qué cojones Benjamin Franklin decidió aparcar unos instantes sus amadas cometas y sugirió meter la zarpa en el puto horario?

El viejo Ben... con lo que molaba en Day of the Tentacle.

2 comentarios:

  1. No me esperaba eso del viejo Ben, con la de tardes que pasé yendo del pasado al presente en el "Día del Tentáculo"

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    1. Quizás coincidimos en el espacio tiempo mientras yo también buscaba la dichosa manivela. Quién sabe si la forja de nuestro destino empezó ahí, sin saberlo...

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