miércoles, 22 de octubre de 2014

Patatas de churrero

Te has levantado pronto, llevas semanas pensándolo, lo tienes todo comprado, no falta de nada, está bien organizado en tu mente. Empiezas como si fueras un autómata a preparar el postre. Mientras está en el horno, comienzas a picar cebolla, a pelar y cortar el resto de verduras que acompañaran al primero. El segundo no te preocupa, cuando tengas el horno libre, lo meterás y prácticamente lo tendrás a punto para servir cuando llegue la hora. El entrante, un surtido de pequeños bocados que hará que los deseos de los comensales más exigentes, se deshagan de placer. No, no te has quedado corto/a, te reafirmas, pero por si acaso pondrás unas patatas de bolsa...
 
Habéis terminado, falta el postre y el café. Pero hay algo que no te cuadra. En la cocina encuentras algún primer plato a medio acabar, los segundos que todavía descansan sobre el mantel, apenas están vacíos y los entrantes medio amontonados en el fregadero, parcialmente mordisqueados. Entonces diriges la mirada a los cuenquecillos que almacenaban las patatas... ¡Oh Dios mío! ¡No quedan ni las migajas que apuran la bolsa de patatas!
 
Pon en la balanza las sobras del cuenquecillo de las patatas de churrero; todo dependerá del lado que decante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario